Isla siniestra: Capítulo 1

by - marzo 12, 2018


Capítulo 1


Alexis
Hace seis meses…


Alguien golpeó mi puerta estruendosamente. Abrí los ojos de inmediato y vi mis alrededores. Aún estaba oscuro, así que no llevaba demasiado tiempo dormido. 

―¿Quién putas? ―mascullé mientras trastrabillaba hacia la entrada. Quien fuera que tocara, pareció desesperarse más porque comenzó a patearla.

―¡Abríme la maldita puerta, hijo de puta, o te voy a partir el culo! ―exclamó. Ese no podía ser otro más que mi líder de barrio. 

En cuanto abrí, el hombre entró como un energúmeno y comenzó a patear mis muebles y a tirar mis cosas por todas partes. Cuando estaba en ese humor, lo mejor era dejarlo en paz. Esperé pacientemente hasta que se le pasó la ira y se volvió hacia donde estaba.

―¿Pasó algo? ―pregunté cuando pareció estar calmado.

―¿Todavía preguntás? ―exclamó y escupió. No es que mi habitación estuviera demasiado limpia, pero eso realmente me asqueó.

―Decíme, pues ¿qué pasó? ―insistí confundido.

―Atraparon al Rabbit hace un rato. Le dije al hijueputa que tuviera cuidado y no se metiera con esa perra. Ah, pero no me hizo caso. Lo denunció por violencia.

―Qué estúpido ―dije con la mayor furia que pude. El Rabbit era el segundo al mando de mi clica

―Ajá. Vine porque necesito que alguien se encargue del puesto del Rabbit. 

―¿Yo? ―pregunté emocionado. Encargarse del lugar del hombre significaría escalar en la organización.

―¿Y para qué jodidos creés que vine? ¿Para sentarnos a platicar como dos comadres? ―preguntó con sorna―. Por supuesto que vos, imbécil. Hacelo antes que a los locos se les ocurra meterse en donde no les corresponda y tengamos que irnos a la guerra. 

Asentí emocionado.

Hasta ahora me había encargado de un pequeño punto de distribución de drogas. Había empezado vendiéndolas en las universidades y poco a poco había ido escalando. Al encargarme de su puesto tendría acceso a más puntos de distribución y me convertiría en uno de los llaveros de clica, o mandos medios.

―Como ordenés entonces, Crazy Demon. 

―Quiero que sepás que este ascenso no viene así por así. Lo primero que quiero que hagás es que te encargués de la jaina y de sus crías. Matálos a todos. El Rabbit nos demostró que no tiene lo que se necesita para liderar. Shark ―me dijo― yo pido obediencia absoluta. ¿Tendré eso de vos?

―¿Cuándo te he decepcionado, Crazy Demon? ―le pregunté en respuesta.

Me miró varios segundos.

―Sabés que no me gusta trabajar con maricas ―sentenció―. Así que, si vas a seguir en la organización, no quiero enterarme de que hagás alguna de esas cochinadas o mejor te meto en uno de nuestros puteros para sacar provecho de tu culo. ¿Me entendés?

―Perfectamente. Jamás vas a saber nada de eso. 

Me miró con recelo, pero al final asintió y se dirigió a la puerta. Antes de salir, sin embargo, añadió:

―Va, fijo. ¿Cuándo me vas a informar que esas pesetas están muertas?

―Mañana mismo me encargo de eso. Después de reportarme con la clica Spawn, me aseguraré de enviar a algún brincado que se encargue del trabajo. 

―Va. Espero tu mensaje con pruebas. 

Cuando cerró la puerta me permití un momento para celebrar. Tener tal ascenso significaba que ya no tendría que vivir en esa pocilga y empezaría a generar tanto dinero que no sabría qué hacer con él. Aunque también significaba que tendría que cuidarme más, porque la policía comenzaría a ir tras de mí. 

Limpié la pocilga y arreglé mis cosas. Pronto me mudaría a un mejor lugar.

***

Al día siguiente, estaba en mi nuevo despacho, revisando las cuentas de la clica cuando entró el sicario que había mandado para que matara a la ex del Rabbit. 

―Shark ―me dijo el adolescente―. Ya estuvo. Aquí están las fotos que me pediste como prueba. Maté a la hembra y a sus dos crías. 

Tomé el teléfono y sonreí. Copié el video y las fotografías y se los mandé al Crazy Demon. Quizás debí sentirme mal por quitarle la vida a niños inocentes y a una pobre mujer, cuyo único pecado había sido enamorarse del Rabbit, pero me interesaba más mi propio beneficio. 

―Excelente trabajo ―lo felicité sin poder ocultar mi emoción―. Ahora desaparecéte una temporada. Ya sabés cómo funciona.

El joven asintió y se marchó con una bolsa llena de dinero y drogas para su propio consumo. En otra clica lo recibirían una temporada en lo que las cosas se calmaban con el asesinato de la mujer.

Una vez solo, me dejé caer en mi asiento con una enorme sonrisa en el rostro y celebré en silencio. Con esto acababa de afianzar mi plaza. Lo único que me preocupaba de mi nuevo puesto era lo que me había dicho el Crazy Demon, que tenía que reprimir mi sexualidad. 

«Será solo temporal» me animé. «Cuando seas cabecilla ya no te tendrán que preocupar esas mierdas». 

―Y seré yo ―susurré― el que usará el culo del Crazy Demon a su beneficio. 

Se había atrevido a amenazarme con volverme chapero, pero pronto llegaría mi momento. El timbre de mi móvil me tomó desprevenido.

―Hablando del rey de Roma ―dije antes de desbloquear la pantalla―. Crazy Demon, ¿qué onda?

―Shark. Hoy a las siete en Cuatro Puntos. Tenemos liryn. Te voa presentar con los otros llaveros. 

―Entendido.

Después de eso colgó. Como siempre, no se iba con rodeos. Cuatro Puntos era un night club que pertenecía al Chango, otro de los mandos medios. Era donde se daba lo peor de la pandilla. Tráfico de blancas, de drogas y en general… lo más enfermo que teníamos para ofrecer estaba en ese club. Y como estaba en una de las mejores partes de la ciudad y teníamos todo en absoluto orden, nadie jamás se imaginaría lo que ocurría tras puertas cerradas.  

Para mí, eso significaba que me empezarían a poner a prueba. El hecho de que hubiera escalado en la organización no significaba que confiaran en mí. Aún debía ganarme mi espacio. 

«Me pondrán a que folle a alguna puta». 

Esa era la única explicación que se me ocurría. 

Crazy Demon no se iba con cuentos. Quería ver si sería absolutamente obediente como me lo pidió. 

Esperé a que dieran las seis antes de pedirle a uno de los chequeo que me llevara. El viaje al club tomó alrededor de cuarenta y cinco minutos. El tráfico en la ciudad era terrible a esa hora. 

Cuando llegamos al club, el hombre en la puerta del estacionamiento nos pidió que nos identificáramos y después nos dejó pasar. No pude evitar notar que había brincados altamente armados por doquier. No se tomaban la seguridad a la ligera. 

El club era de lujo. Hermosas bailarinas exóticas se contoneaban en las mesas y los clientes eran gente adinerada. Botellas de los güisquis y vinos más caros iban y venían en las bandejas de los camareros. Y en una que otra mesa había líneas de cocaína. 

Me llevaron a un salón privado donde había bebidas alcohólicas y marihuana en una enorme mesa al centro. Como parte de la pandilla, teníamos terminantemente prohibido consumir otra doga que no fuera la marihuana, pues esta no era adictiva. 

La mayoría de los llaveros ya se habían aparecido y cuando me vieron, un par me saludaron de lejos. Los conocía porque había trabajado para ellos en algún momento. 

Al no haber sido presentado como llavero todavía, tenía prohibido hablarles a los demás. Solo si ellos me dirigían la palabra, tendría derecho de entrar en contacto, de lo contrario sería un marginado. 

Pasados veinte minutos de las seis, entró Crazy Demon. Los que estaban sentados se pusieron de pie y de inmediato le mostraron sus respetos. Se sirvió un trago y como si eso hubieran estado esperando los otros mandos medios, de inmediato fueron por el alcohol y la marihuana. Como aún no sabía cuál era mi posición en todo esto, me quedé a un lado esperando. 

―Sentáte ―me dijo Crazy Demon señalando a la única silla que quedaba vacía. Asentí y le obedecí de inmediato. Ninguno de los hombres me volvió a ver―. Estamos aquí por varias razones, así que sin más preámbulos doy inicio a la lyrin del Consejo de los Nueve. 

Algunos me volvieron a ver como para decir «qué hace este pendejo en una reunión tan importante», pero de ahí me ignoraron. 

Ranflero ―dijo el Shiver― qué va a pasar con el territorio del Rabbit. Escuché que lo apresaron ayer.

―Qué bueno que lo mencionaste. El pendejo de allá ―dijo señalándome―, el Shark se va a encargar de su ruta a partir de ahora. Es un llavero, como ustedes. 

Por fin, todos me volvieron a ver. Me puse de pie y agaché la cabeza en respeto. Varios me felicitaron y me dieron la bienvenida como uno de los suyos. Otros, me continuaron ignorando. Mientras más se escalaba en la organización, menos fraternidad había. 

―Quiero decirles que no se van a decepcionar de mí. Voy a asegurarme de que el programa no sufra ningún tipo de pérdidas y dejaré bien el alto el nombre de la clica. 

―Eso es lo mínimo que esperamos de vos ―dijo el Crazy Demon―. Supongo que estás listo para probar que tenés huevos. Subir a llavero no lo hace cualquier brincado, ¿me entendés? Solo se toman en cuenta aquellos que han demostrado verdadera lealtad al programa. A su familia. Eso tampoco quiere decir que tengás el puesto asegurado. Todavía tenés que pasar un par de pruebas más. 

―Haré lo que sea necesario. 

―En dos días va a venir un cargamento enorme. Necesito que te vayás a la frontera y que te asegurés que venga a la Capital con bien. Lo vas a organizar vos y tus hombres. Si fallás, ni te atrevás a regresar porque te juro que ser peseta te va a quedar corto. 

―Esto lo he hecho docenas de veces ―dije con arrogancia― sabés que podés contar conmigo. 

―Va. Pero conste que te lo estoy advirtiendo. Es el cargamento más grande que hemos tenido y se va a ir directito para México, ¿me cachás? Si le quedamos mal al cartel…

No me lo tenía que decir dos veces. Con los carteles de México no se jugaba. 

―No te preocupés. Podés quedarte tranquilo que yo me encargo. 

―Va. El Killer te va a dar los detalles antes de que te vayás. Ahora, cómo vamos con la clica los Dementes. 

Se dirigió a otro mando medio y este comenzó a darle un informe de cómo iba la situación con ellos. Dejé de prestar atención y comencé a pensar en lo que tendría que hacer el día de mañana. Los hombres del Rabbit no confiaban en mí al cien, me obedecerían, pero no confiaban en mí. Así que tendría que asegurarme de que todos estuviéramos en sintonía. Si fallaba en mi primera misión, mejor me contaba como muerto. 

La reunión por fin terminó y un grupo de las bailarinas entraron en el salón, como si las hubieran mantenido en espera. Los hombres de inmediato se abalanzaron sobre algunas y las acomodaron en sus piernas.

―Eso me recuerda ―llamó la atención de todos el Crazy Demon―. Hay otra cosa que tenemos que hacer. Como sabrán, al Shark le gustan los putos. ―Muchos de los hombres rieron con sorna―. Le dije que no quiero maricas entre mis hombres y me prometió que así sería. ―Agarró a una de las chicas del brazo y la empujó hacia donde yo estaba. La muchacha estaba claramente drogada. Así que de inmediato se puso a manosearme y a chuparme el cuello. Fue repugnante. No porque fuera mujer, sino porque estaba completamente fuera de sus cabales. 

Nunca había sido de los que disfrutaba del sexo no consensuado y hacerlo con una mujer que claramente no sabía lo que hacía no me llamaba la atención, ni, aunque fuera hetero. 

―Miren al pobre desgraciado ―dijo el Bicho― no sabe que hacer con una puta. 

Todos comenzaron a carcajearse.

―Follátela frente a todos ―me ordenó el Crazy Demon―. Solo así voa a saber que de verdad me sos fiel. Catrach ―gritó―. Vení a limpiar esta mierda que vamos a tener show. 

Un chequeo entró de inmediato y se puso a desocupar y limpiar la mesa. Todos se sentaron alrededor y empezaron a hacer chifletas. Agarré a la muchacha por la cintura y la recosté sobre la mesa. De inmediato comenzó a mover las caderas y los hombres continuaron con sus insultos.

―Puta, infeliz. Casi que se va a meter tu verga ella sola. Tiene más huevos que vos. 

No era exhibicionista y nunca me había llamado la atención. Y aunque fuera uno de los hombres más viriles tener un público que se burlaba encogería a cualquiera. Sabía que esto iba a pasar y creí estar preparado para la ocasión, pero mi pene parecía rehusarse a cooperar. 

En un momento de desesperación, empecé a imaginar a mi ex de la universidad, Ricardo. De todos los hombres con los que había estado, él había sido el que me había enloquecido más que nadie. Me arrepentí tanto cuando lo dejé, pero sabía que no podía involucrarlo en este mundo. 

Imaginé su piel morena, sus rizos castaños que siempre estaban despeinados. Sus estúpidos lentes de fondo de botella que se negaba a cambiar por unos más modernos. Y esos ojos cafés que parecían tener todas las respuestas del universo en su interior. 

Después de tenerlo en la mente, logré superar la prueba. Aunque varios continuaron burlándose de mí, logré ignorarlos. Una vez terminé y se llevaron a la muchacha el Crazy Demon me hizo a un lado para hablarme. 

―Sé que no fue fácil para vos, pero tomálo como muestra de tu lealtad. Estoy orgulloso de vos. El Killer te está esperando allá afuera. Que te dé los detalles. Te podés ir por hoy…

Se dio la vuelta y regresó con los demás. Me sentí ligeramente perturbado por lo que acababa de hacer, pero me habían felicitado. Así que no iba nada mal. Fui a buscar al Killer y después de que me dio todos los detalles, me marché sin mirar atrás.

***

―Crazy Demon ―le dijo el Shiver con un cigarro de marihuana en la mano―. Creí que dijiste que el cargamento estaba perdido. Que los de la DEA se enteraron que venía.

―Sí ―rio a carcajadas―. Es tan mula el Shark. 

―No entiendo entonces, ¿por qué lo vas a mandar? Es una misión suicida. 

El Shiver era la mano derecha de Crazy Demon. Este solía contarle todos sus planes y lo único que había mantenido en silencio, hasta ese momento, había sido el ascenso del Shark.

―Los de la DEA hicieron un trato con el Black Devil. Necesitan justificar su trabajo y quieren capturar a uno de nuestros llaveros. El Rabbit iba a ser el chivo expiatorio, pero el muy mula se dejó capturar antes de ese momento. Ahora necesito mandar a otro imbécil…

―¿Por qué el Shark? ―preguntó confundido―. Es uno de los mejores brincados que hemos tenido. 

―Lo quieren extraditar a EE. UU. y honestamente me cae mal el hijueputa

―¿Extraditar? ―preguntó sorprendido―. ¿Le vamos a hacer algo así a uno de los nuestros? 

―Sí. Le vamos a decir que se eche la culpa de todos los delitos que nos pidió la DEA y así nos van a dejar en paz una temporada. Suficiente hablando del pendejo, vamos a celebrar. 

El Shiver se mordió el labio. Nunca había tenido problemas con el Shark. Es más, habían entrado juntos a la pandilla. Sentía que le debía al menos advertirle lo que le esperaba, para que no lo tomaran como idiota. Asintió. Mañana iría a hablarle.

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